Emiliano Martín del Campo Murillo
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Hace poco leí que las ventas de discos de vinil habían superado a la de los compact-disc, una noticia que confirmaba lo poco populares que son los discos que marcaron a mi generación. Es increíble la velocidad en que cambia todo. Estamos inmersos en una revolución tecnológica que no se detiene, una transformación que se convirtió en el pan de todos los días. Somos parte de la fugacidad que representa la posmodernidad. Este sentimiento lo capta perfecto el poema “Como latas de cerveza” de Ernesto Cardenal: “Como figuras que pasan por una pantalla de televisión y desaparecen, así ha pasado mi vida. Como los automóviles que pasaban rápidos por las carreteras con risas de muchachas y música de radios…Y la belleza pasó rápida, como el modelo de los autos. Y las canciones de los radios que pasaron de moda.”.

A pesar de todo, algunos nos aferramos a nuestras nostalgias. Mi abuelo todavía guarda sus discos de vinil que parece se han vuelto a poner de moda. Mi madre aún tiene una caja de casetes que guarda en su ropero, aunque ya no tiene donde escucharlos. Algunas de esas cintas las ponía en el estéreo de su vochito; cantaba con cierto entusiasmo canciones de Joaquín Sabina o Juan Luis Guerra. Recuerdo que cuando era niño me gustaba grabar canciones que programaban en el radio, era difícil porque tenías que estar cachando las melodías, rebobinar la cinta con una pluma y calcular el espacio en el casete. Me sentía soñado escuchando las rolas en mi Walkman. No sé exactamente en qué momento descubrí los compacts disc, pero fue todo un suceso. Me viene la imagen a la mente de un día de verano en que escuchaba el disco Enema of the State en mi Discman Sony.

Los discos compactos transformaron la industria, los grupos musicales grababan más o menos quince canciones que giraban alrededor de un concepto que unía todas las melodías. A veces podías escuchar una o dos rolas, pero generalmente, dejabas correr todo el disco. Los grupos más populares se encontraban en cada esquina; en cambio, era una odisea conseguir los de bandas que no eran muy conocidas. El tianguis del Chopo se llenó de discos de rock, punk o heavy metal.  Era fácil copiar estos discos, la piratería alcanzó niveles sin precedentes. La gente de lana iba a comprar sus discos a Mix-up que venían con un librito que traía la letra de las canciones y diversos dibujos que realizaban artistas del diseño. Sin duda, valía la pena tener discos originales, pero en aquellas épocas no tenía dinero, era un “estudihambre”.

Los CDS marcaron a la década de los noventas. En esos tiempos siempre llegaba algún amigo con un hallazgo, una nueva banda que había descubierto, un disco súper extraño o alguno que estaba de moda. Me acuerdo de El ritual de Janes adiction, The saurceful of secrets de Pink Floyd o Blod Sugar Sex Magik de los Red Hot Chilli Peppers. Era emocionante encontrar discos que pocos habían escuchado, producciones que eran casi un secreto. Uno tenía que recorrer los mercados de música para encontrar discos que nadie tenía y, muchas veces, uno descubría bandas de culto como The Smiths, Los saicos o el mismo Rockdrigo.

La llegada del Internet hizo que la información circulara con mayor fluidez, ahora es fácil encontrar lo que sea: la trayectoria musical de un grupo, los discos que ha grabado e historias legendarias que antes pasaban de boca en boca o estaban en algún libro o revista súper difícil de encontrar, se había generado una tradición oral alrededor de la música. Cuando tuve mi primera computadora empecé a grabar discos Mp3, a esos les cabían más de cien canciones que acomodaba en diferentes carpetas. Las bajaba del Torrent y las grababa en esos compact-disc que con el tiempo se iban descarapelando, entonces las canciones sonaban medio cortadas o de plano no se escuchaban; es decir, tenías que tener mucho cuidado con este tipo de artefactos. Llegabas a las fiestas con tu carpeta de discos que algún amigo ponía en esos estéreos que tenían para poner tres discos.

Después vinieron los Ipods y muchos dispositivos con la posibilidad de hacer listas de reproducción con tus canciones preferidas. En estos días las canciones circulan de una forma diferente, los discos han quedado en el olvido y el algoritmo de YouTube pocas veces te recomienda nuevas canciones. Una plataforma como Spotify te permite saber qué tipo de música escuchan tus amigos. Es fácil encontrar bandas nuevas, pero entre tanta información a veces uno se pierde.  

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