Ante la situación actual (SARS-CoV-2), en la que nos vemos forzados a distanciarnos y aislarnos de las interacciones a las que estábamos acostumbrados en la familia, en la universidad, en la empresa, o en los centros comerciales, etcétera, el uso de los medios digitales se ha impuesto en todos los ámbitos. Si consideramos cómo hemos llegado a tal punto, es necesario plantearnos la pregunta: ¿Es esta realidad algo inevitable y necesario en la que nos vemos forzados a reconstruir nuestras interacciones de forma permanente? Si es así, debemos tener en cuenta que nos enfrentamos a desafíos estructurales relacionados a desigualdades económicas y culturales que conducen a la exclusión

Durante este tiempo de contingencia se han vislumbrado las flaquezas de nuestra sociedad latinoamericana, dependiente, ya no de sus propios recursos, sino de los productos importados de los países primer mundistas, de centros de economía imperantes. Incluso nuestras ideas son impropias. Considero significativo pensar sobre el uso que le damos a las TIC, en la medida en que se ha transformado en un sistema tecnocientífico[1], un control informático de las corporaciones globales de tecnología sobre los datos de los individuos. Este control de la información es un medio de poder para la dominación en lo que denominamos sociedad de la información.

El presente análisis pretende hacer una crítica al progreso tecnocientífico, en particular al uso de las TIC como un sistema de tecnologías de dominio al servicio de una élite que está conduciendo a un totalitarismo en el que se pone en cuestión la idea misma de libertad que los discursos democráticos predominantes han usado para tomar el poder. Se pone de relieve el dominio ejercido tanto ideológicamente como el control a través de la información personal, ubicación, y privacidad de los usuarios.

DE LA SOCIEDAD DEL CONOCIMIENTO

Las sociedades del conocimiento son un tipo ideal de sociedades en las que se observan fenómenos como el incremento del ritmo de creación, acumulación, distribución, y aprovechamiento de la información y el conocimiento, donde se define este último como información valorada por determinados agentes, así lo señala Olivé (2007) en su texto “La ciencia y la tecnología en la sociedad del conocimiento”. Sin embargo, este autor no considera la importancia que tiene la experiencia para convertirse en conocimiento efectivamente. De cualquier forma, también resalta la necesidad no sólo de las Tecnologías de Información y Comunicación (TIC), sino de una economía, cultura y relaciones sociales propicias para la gestación de este tipo de sociedades.

En las sociedades del conocimiento hay un desarrollo elevado debido en parte a sus condiciones propicias, y por otra parte debido a su capacidad de generar conocimiento. Este último rasgo es imprescindible, ya que en estas sociedades el conocimiento es considerado un elemento central como medio de producción, y de ahí la importancia fundamental de las personas altamente calificadas en la producción de bienes y servicios. Así, el conocimiento ya no está disponible públicamente para que cualquiera de lo apropie, sino que se vende entre particulares en un mercado del conocimiento.

El conocimiento es considerado valioso en las sociedades debido a que permite organizar, desarrollar y relacionar a los individuos dentro de su medio ambiente. Además, orienta las decisiones y acciones humanas de acuerdo con ciertos fines y valores. Así, los diferentes grupos sociales valoran el conocimiento en función de sus intereses y lo aprovechan para la solución de problemas específicos de cada contexto.

No obstante, estas sociedades implican un grado de desarrollo considerable, por lo que muchos países no han logrado acercarse a esta forma de organización. En América Latina predomina lo que denominamos sociedades de la información, en las que los grupos sociales son meros receptores de información, pero en pocas veces creadores de conocimiento significativo. Se caracterizan por tener una estructura y una cultura tecnológica incipiente.

SOCIEDAD DE LA INFORMACIÓN

Las sociedades de la información se caracterizan por encontrarse en una etapa de desarrollo menos óptima que las sociedades del conocimiento. Olivé (2007) menciona que la información está constituida por datos que representan estados del mundo que se acumulan, se transmiten y se utilizan. Estos datos son para un potencial interprete y usuario que afectan su visión de mundo, sus capacidades para la acción y para la transformación de su entorno. En este sentido, son sociedades receptoras pasivas de información que proviene de los países más avanzados y que no tienen oportunidades para generar conocimiento autónomo.

Esta situación reduce significativamente el acceso universal al conocimiento, es decir, los pueblos de las periferias no disfrutan de las condiciones necesarias para un acceso a una educación, a la ciencia y a la tecnología, lo cual les impide desarrollarse de acuerdo con las concepciones, los fines y los valores propios, sino sólo a información carente de contenido empírico. Se vuelven dependientes del conocimiento impropio y del flujo de información extraña a sus condiciones reales y se les excluye de los beneficios de la riqueza con la justificación de que no poseen los medios ni el conocimiento necesarios para el aprovechamiento de sus propios recursos.

Las TIC son un elemento necesario para el desarrollo de las sociedades del conocimiento, pero no suficiente. Para las sociedades de la información estas tecnologías son suficientes, es decir, no buscan generar conocimiento o crear sus propios medios técnicos, tampoco generar una cultura propicia, lo que se busca en estas sociedades es únicamente hacer uso pasivo de las tecnologías: recibir y almacenar mera información, datos; pero nunca comprender el proceso de generación de conocimiento, que es un fenómeno mucho más amplio.

Para entender la diferencia entra ambos tipos de sociedad, podemos decir que, definiendo los conceptos de conocimiento y de información. El primero se refiere a la búsqueda del modo de ser de las cosas mediante la reflexión que implica una experiencia directa con los fenómenos de interés que se abrevian simbólicamente en un conjunto de datos o representaciones y que es portador de herencias ancestrales y culturales. Así, como lo explica Gehlen(1993), conocer es averiguar por el ejercicio de las facultades intelectuales la naturaleza, cualidades y relaciones de las cosas, es decir, ser consciente de lo que experimentamos. La información son datos que representan estados del mundo (estos símbolos o abreviaturas de las experiencias) que se acumulan, se transmiten y pueden utilizarse; no obstante, se reduce al simple hecho de enterar o dar noticia de algo y suele ser un procedimiento mediático en el cuál no interviene la experiencia directa.

Podríamos decir, entonces, que el proceso de crear información proviene del conocimiento de la naturaleza de las cosas por sus causas, algo análogo a lo que hace la ciencia a través del método científico, lo que procuran hacer las sociedades del conocimiento. Mientras que la comunicación mediática de la información es un proceso susceptible a convertirse en ideología que no tiene un fundamento empírico o una impresión de necesidad, lo que ocurre en las sociedades de la información.

SOBRE EL CONOCIMIENTO

Entendemos que la información está constituida por datos que representan fenómenos o estados de la realidad y que son para un potencial interprete y usuario. Sin embargo, la simple información no acredita la experiencia necesaria para su correcto uso, así como tampoco implica que su almacenamiento nos permita comprender el proceso por medio del cual se llega a conocimiento pleno de los fenómenos. Gehlen (1993) hace una estimación sobre la experiencia que supone práctica de muchos años, habilidad, competencia y eficiencia probada cuyo significado se extiende más allá de la especialización. Esto nos ayuda a entender que el conocimiento, además de la interpretación de información requiere experiencia directa.

CONOCIMIENTO Y SOCIEDAD

“Las distintas formas de conocimiento son generadas, validadas, asumidas y extendidas por grupos sociales concretos. Todo saber y forma de pensar, intuir y conocer está socialmente condicionado por la estructura de la sociedad y los intereses que de ella se deducen” (Mannheim, citado en: Giner: 2003). Siguiendo estas líneas, podemos observar que, en los países periféricos, como en América Latina, predomina una multiculturalidad que está sometida a la hegemonía de los países más desarrollados, los cuales tejen redes de información a través de las TIC con la pretensión de difundir sus conocimientos y cultura que muchas veces resultan ajenos a los países receptores.

Ciencia y Tecnología

Debemos considerar que estos avances tecnocientíficos no son desarrollados de todos los países de la misma manera ni al mismo ritmo. Sólo los países más avanzados han logrado desarrollar estos sistemas de manera eficaz. Como hemos visto, las sociedades del conocimiento son las que prosperan de manera más evidente en este rubro, otras simplemente son receptoras pasivas, por lo que pueblos enteros quedan excluidos de la posibilidad misma de generar conocimiento.

Una de las tendencias globales más fuertes es la homogeneización cultural: una estandarización que podría amenazar a las diversas identidades del planeta (Olivé: 2007). El predominio de la cultura tecnocientífica a nivel global está transformando las relaciones sociales directa e indirectamente, por lo que parece que este tipo de sociedades del conocimiento entra en conflicto con una genuina democracia participativa. Es evidente cuando se observa que las sociedades de la información se subordinan como receptores pasivos, no participativos de la creación de conocimiento considerado válido por los bloques económicos más desarrollados.

Cultura tecno-científica

Jesús Mosterín (citado en Olivé: 2007), define brevemente la cultura como “la información transmitida por aprendizaje social”. Cabe destacar que esta información tiene capacidad de generar experiencia debido a que es una transmisión directa de un entorno compartido. Las representaciones, las reglas y normas, los valores, las formas de comunicación y las pautas de comportamiento que caracterizan a un grupo social; las técnicas, los artefactos y los sistemas técnicos son parte de una cultura.

Olivé crea dos categorías sobre la cultura técnica: cultura técnica incorporada y cultura técnica no incorporada. La incorporada hace referencia al conjunto de técnicas, habilidades, reglas y conocimientos para la transformación de objetos, es decir, conocimientos, hábitos y valores que los operadores de un sistema técnico necesitan para que funcione. La no incorporada se trata del conjunto de representaciones, creencias y valores con respecto a la técnica, es decir, los rasgos culturales que no están sujetos a los sistemas técnicos, sino las subjetividades individuales.

El fomento de la cultura científica y tecnológica no debe entenderse como un adoctrinamiento o una ideología al servicio de las corporaciones tecnocientíficas, se trata de que cada pueblo incluya sus estilos de vida, sus prácticas y formas de abordar y resolver problemas que incluyen maneras de producción de conocimiento, esto significa abrir paso a la innovación y las posibilidades de acción. Así, no se niega la cultura tecnocientífica ni tampoco las culturas alternativas. Lo que debe promoverse es la multiculturalidad y la oportunidad de participación de los pueblos que han quedado al margen del desarrollo.

BIBLIOGRAFÍA

Gehlen, Arnold (1993): Antropología filosófica: del encuentro y descubrimiento del hombre por sí mismo; Ediciones Paidós, Barcelona

Giner, Salvador (coord.) (2003): “Sociología del conocimiento y de la ciencia”, Cap. XI en: Teoría sociológica moderna; Ariel, España

Habermas, Jürgen (1986): Ciencia y técnica como ideología; Tecnos, Madrid

Olivé, León (2007): “Los desafíos de la sociedad del conocimiento”. Cap. III en: La ciencia y la tecnología en la sociedad del conocimiento; FCE. México D.F.


[1] Olivé (2007)

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