Azarias Isidro
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Mi nombre es Azarias Isidro tengo 30 años, durante mi estadía en la escuela primaria, secundaria y preparatoria fui un alumno regular con las diferentes asignaturas que se me impartían. Mi primer contacto con el inglés como materia formal fue en primer año de secundaria, me encontraba emocionado pues me gustaba cómo sonaba, además de que el saber dos idiomas es un logro que no cualquier persona tiene, lo que me hacía emocionarme más. Sin embargo, se tornó algo difícil ya que la metodología utilizada no era la adecuada, con palabras repetitivas y reglas que no aprendía, reprobé en esa ocasión.

En los cursos posteriores, traté de amoldarme a esa metodología para poder pasar las materias. No me daba cuenta de que no estaba comprendiendo, es decir, que ese conocimiento no lo había asimilado para poder emplearlo, solo estaba repitiendo sin saber qué es lo que estaba comunicando. Siguiendo con la educación, no fue hasta la preparatoria que me empezó a interesar el inglés, por el tipo de música que me gustaba en esos momentos que era el rock en inglés. Empecé a utilizar los diccionarios para traducir textualmente lo que decían las canciones. Este proceso me hizo darme cuenta de las limitaciones que se tienen al no conocer las reglas gramaticales básicas, ya que en varias ocasiones las letras de las canciones que traducía no daban ni una idea cercana de lo que realmente decían.

Pasó el tiempo y fue hasta una ocasión que, por casualidad, hablando con mi hermana, me mencionó que estaba estudiando inglés y cuando la escuché hablar me emocioné. Así mismo, cuando le solicitaba que me tradujera algo, me parecía algo muy interesante debido a que mi hermana no sabía nada del idioma y, en relativamente poco tiempo, pudo adquirir todo ese conocimiento. Lo que me hizo también preguntarme qué hacían los maestros para lograr esos resultados de aprendizaje.  Conseguí que ella me inscribiera a la escuela en la que iba y comencé los cursos en el nivel más básico. La primera clase estaba muy nervioso, pero entusiasmado. Noté la gran diferencia entre una clase especializada en idiomas, ya que sentí que el curso se amoldaba a mí y no al contrario, como me había ocurrido antes. Mis ¨teachers¨ eran muy buenos y profesionales, traté de aprovechar el conocimiento que se me estaba enseñando y aprovecharlo. Las clases eran muy amenas y dinámicas, para mí el tiempo transcurría más rápido de lo normal.

Pasarón rápido los cursos y cuando me di cuenta ya casi había terminado todos los niveles que se impartían, al grado de que la directora del instituto me propuso empezar a trabajar con ellos, únicamente en cursos reducidos y básicos. Además, recibí cursos en pedagogía para aprender la metodología y estructura en las clases, trabajando bajo objetivos y alcances de entendimiento y aprendizaje a los que se pretendía llegar. Me dio muchos nervios ese asunto, no fue fácil estar ahí de pie frente a algunas personas sin saber qué hacer. Solo me mentalicé y recordé cómo fue mi primera clase como estudiante en ese instituto, además traté de implementar la misma dinámica y metodología, seguramente no fue la mejor clase, pero noté que los alumnos me entendían. Traté de encontrar un punto de interés en cada uno de los estudiantes para poder tomarlo de referencia del porqué estaban estudiando inglés, cuál era su motivación, si era por necesidad, por mero gusto, o bien para conseguir una mejor oportunidad laboral. En ese punto la comprensión de cada uno cambia, debido a que la motivación puede ser diferente en cada uno de ellos. En todos los cursos hay que tener claro qué es lo que el estudiante quiere o necesita aprender.  Se debe impartir el curso con contenido general para todos, pero introduciendo alguna actividad encaminada a cada uno de ellos, de acuerdo con sus intereses. Por ejemplo, si quieren prepararse para una entrevista de trabajo, o porque necesitaban liberar el inglés de la escuela.

Transcurriendo el tiempo, me di cuenta de que los estudiantes y el ser humano por naturaleza necesita estar emocionado o exaltado para recordar algo a largo plazo. Como ejemplo tenemos nuestro primer beso, en ese evento casi todos nos acordamos de lo sucedido. Eso debemos hacer para que los alumnos se emocionen, que vean que no es difícil retener esa información básica y más aún, cómo se usa. El hacer preguntas para la aclaración de dudas fomenta mucho la interacción del alumno con el profesor, eso es lo que fomenta el punto de confianza, el cual es fundamental para este tipo de talleres donde los participantes se sienten cohibidos o bien temerosos de pronunciar las palabras. Si esto se llega a dar al comienzo del taller, se deben establecer las reglas. Por ejemplo, una que considero de oro: el respeto y comprensión para los que aún no tienen cierta habilidad desarrollada, tratando a cada uno con la misma paciencia y comprensión.

El tiempo, este factor es importantísimo. Según un estudio, que demuestra que los seres humanos por naturaleza no podemos prestar atención continuamente más de 20 minutos continuos. Las sesiones del taller se estructuraron para abordar 3 temas máximo, cada una durante una hora y media, dejando tiempo para dudas o preguntas. También algunas dinámicas para que puedan interactuar entre sí o practiquen el tema en estudio.

La retroalimentación o disconformidades son necesarias para conocer los puntos de mejora de los talleres o cursos. Es bien sabido, como expliqué en un principio, que una sola metodología no puede ajustarse en general, sino que todos tenemos diferentes maneras de aprender. Para eso sirvieron las encuestas, las cuales arrojaron en su mayoría comentarios positivos y mencionando que las actividades en las que cantamos les parecían más amenas y divertidas. Esto debido a que aprendían nuevo vocabulario y pronunciación, manteniendo su atención para los temas posteriores.

El papel que juega la tecnología en este tipo de talleres es fundamental. Las clases a distancia vía online, teniendo las condiciones necesarias para una buena comunicación, hicieron posible que los talleres fueran impartidos. Esto no limita que se dé una asesoría fluida, sin embargo, como desventaja noté que no se puede saber si están poniendo atención. Para ello se fomenta que la participación sea continua en cada uno de los participantes, es decir, hacer preguntas a todos y cada uno de ellos. Aunado a esto, se recomienda que en los grupos el número de participantes no exceda 6.

La ventaja que veo en las clases a distancia es la asistencia de los participantes, debido a que no deben trasladarse a otro espacio para tomar la asesoría, o bien la pueden tomar en cualquier parte con su celular. Lo ideal es hacerlo en un ambiente tranquilo y cómodo sin distracciones. Además, la puntualidad mejoró en comparación con las clases presenciales ya que se encuentran en su domicilio. Otra ventaja es que el alumno se responsabiliza del ritmo de trabajo con el cual está aprendiendo y el manejo de su tiempo.

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